Sombra efímera II: el minimalismo hecho flamenco
Es común que al referirnos a una interpretación musical pensemos en el uso estricto de instrumentos musicales; no obstante, este no es el caso del flamenco ni de la obra Sombra efímera II, en la que la voz, las palmas y los pies son los elementos principales que dan musicalidad y vida a la puesta en escena de Eduardo Guerrero, reconocido bailarín y coreógrafo español.
Cinco años después de su última actuación en Bogotá, este destacado artista del flamenco se presentó nuevamente el pasado 1 de abril en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. En esta oportunidad, regaló a los aficionados del flamenco un montaje minimalista, rico en ritmos y movimientos interpretados por él y tres de sus colaboradores, quienes lo acompañaron con el canto y la guitarra.
La obra está compuesta por varias intervenciones en las que los sujetos se desenvuelven en un escenario carente de objetos. Para ejemplificar y poder hacer una imagen de esto: el fondo que acompaña el montaje es una gran cortina hecha a partir de prendas de vestir, el suelo está cubierto con papel y, sobre este, en un rincón, se encuentra una pequeña montaña de tierra. Esto sumado a un juego de luces, le da a la obra un toque sutil y enriquece el sentido de cada escena.
A través de un zapateo elegante, giros precisos y un elaborado movimiento de brazos, Guerrero busca atrapar la atención de los espectadores.
Además, el cambio de velocidad y el desplazamiento de una escena a otra hace que haya un ‘sube y baja’ emocional: en los momentos más altos o de euforia, el foco del espectador se encuentra en los personajes, en cómo la sincronía y la precisión de sus interpretaciones armonizan el escenario, y en los más bajos, intenta comprender el significado de la obra. Sin embargo, esto último queda en la intención debido a que estamos ante un espectáculo que no se basa en una estructura narrativa.
Conectar con la obra puede resultar difícil para algunos por la falta tanto de un guión que caracterice los personajes, como ocurre en una obra convencional. Ante este escenario, es indispensable estar dispuesto a seguir la acción de cada persona e indagar sobre la escenografía. El Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo describe la obra como un espacio en el que “surgen coreografías que profundizan y generan una inmersión entre la tradición del flamenco, las artes contemporáneas del movimiento y las artes plásticas y visuales (...) un paisaje simbólico que se nutre del potencial onírico para representar los cuerpos, los sonidos, las formas y sus posibles proyecciones en el espacio”.
Sombra efímera II es, en definitiva, una obra que por una parte, pone a prueba la interpretación de sus espectadores a partir de su contenido visual, musical y estético y por otra, suscita en ellos diferentes emociones.
La obra de Eduardo Guerrero es una propuesta escénica diferente, con un alto nivel de creatividad y de cuyo contenido pueden emerger diversas sensaciones y apreciaciones.